27 de julio de 2009

Un archiduque en Pardos

Adjunto un artículo publicado en su día en EL PERIÓDICO DE ARAGON sobre Hugo de Habsburgo, el archiduque austriaco que vivió un tiempo en Pardos.


Un supuesto archiduque de Austria busca la armonía interior en Pardos

Hugo de Habsburgo pinta serpientes y escribe sobre botánica en el pueblo que fue abandonado por sus habitantes hace 25 años por no tener carretera.
Va de tirolés, sombrerillo de fieltro, chaqueta verde de lana austriaca, con pasamanerías y bolsillos falsos, las medias de lana sobre el pantalón, a juego. Pero gesticula como un californiano y ensambla y separa las manos para explicar que Dios no es otro ser colocado fuera del universo, sino que forma parte inseparable del todo. ¿Cómo lo habrá averiguado?

Hugo von Habsburgo podría muy bien ser archiduque de Austria, como dice, porque ese título lo comparten todos los descendientes de la familia imperial. Y aunque los expertos aseguran que «hay mucho pariente lejano sin derecho dinástico, mucho impostor», reconocen que, por ejemplo, en la provincia de Lérida viven actualmente «dos auténticos». Cuentan que la Guardia Civil le trata de usía. Hugo no tiene patillas de Francisco José, pero luce una barba idéntica a la de Carlos I, el Habsburgo más eminente de la historia. Si este se dejó retratar por Tiziano, su descendiente no permitió fotos. El señor Manuel, que vive en Abanto, le dejó hace un año su casa de Pardos y el huerto, situados ambos al final de la calle Mayor del pueblo abandonado. En la puerta, un aviso: «Solamente Dios es bienvenido». Y otro, más inquietante: «Peligro, hay serpientes dentro», con la camisa seca de una culebra clavada. Hugo von Habsburgo es un virtuoso pintor de serpientes y tiene encantados a los pueblos, Abanto, Cubel, Campillo y Nuévalos, donde impartió clases gratuitas de inglés a los muchachos. Con más paciencia que su paisano Wittgenstein, quien en los años 20 abandonó Cambridge para ir de maestro a dos aldeas austriacas.

En los pueblos le quieren y le respetan. Una mujer de Cubel lo describe como «flamenco, con buenas piernas». El archiduque es un caminante de la Sierra de Pardos donde recopila datos para un libro de Botánica. Le dijeron en Abanto una vez si no era muy atardecido para regresar al pueblo solitario y respondió que aquel camino era para él mejor que una ópera en Viena.

Pardos era un pueblo de 300 habitantes que quedó abandonado hace 25 años porque no tenía carretera. En la época en que todos se compraban coches, los vecinos se dispersaron por los pueblos de alrededor y ahora cuidan el cementerio, impecable y encalado, y acuden todos los años a la ermita de la Virgen Guía del Guerrero. En la romería del primer domingo de junio, Hugo de Habsburgo declinó comer aquellos chorizos a la brasa y se alimentó de queso. Se denomina vegetariano y panteísta, además de archiduque, aunque dice que rechaza las etiquetas, a las que considera etiquetas urbanas. Conoció el pueblo en una de sus estancias en el hotel del Monasterio de Piedra.

Al preguntarle dónde nació, respondió airado que está harto de visitantes que llegan a él con interrogaciones superficiales. «Si una gota cae en el océano. ¿Qué sentido tiene preguntar en qué punto ha caído? No se puede meter el mar en un vaso de agua». Representa algo más de 40 años, pero aclara: «Soy tan viejo como el Universo, estoy inmerso en él». Le habían regalado esta semana «una col rizada» y le dio pena comerla, de modo que la enterró como una amiga que se le hubiera muerto. Lo contaba él mismo, el viernes, ante un perro de Cubel que va y viene de su dueño hasta él, a días y una gallina que tiene un lacito anudado al cuello. También le regalaron una cabra. Aseguran que hasta su casa baja una zorra del monte a la que da de comer. «Animal que ve, animal que no mata», dicen en los pueblos, arrobados.

Pero cualquiera le pregunta a él. Hugo no soporta que se ponga en duda su autenticidad como archiduque, ni su alcurnia. «Pues claro que cayó el Imperio austriaco, pero queda la familia», aclaraba con un punto muy intenso de ira. Lo último que se sabía de los Habsburgo por los libros de historia es que Hitler abortó la pretensión de esa dinastía a restaurar el trono de Austria. Lo ocuparon desde el siglo XIII hasta 1918, y en dos centurias como emperadores. Un hermano de Hugo, que vive en Estados Unidos, le envía ayuda. El mismo viernes llegaba un coche con matrícula de Francia a visitarle. «Tengo la gripe y mi casa está llena de microbios», dijo. Celoso de su intimidad, no ha dudado en conceder una entrevista en exclusiva a un diario aragonés, y aparecer vestido de película de Heidi en el programa de Rafaella Carrá. Todo lo contrario de Wittgenstein.
Pero, como el filósofo, vive en el filo de las contradicciones: tirolés y yanki, panteística y dinástico, único habitante de un pueblo aragonés abandonado y archiduque de Austria.
Roberto Miranda
El Periódico de Aragón, 26 de febrero de 1995

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